Hace unos pocos días, el ministro del Interior, Jorge Fernandez Diaz, declaraba en una entrevista a la cadena SER que no era suficiente con que el concejal Zapata pidiese perdón por sus torpes chistes sobre judíos y ceniceros. No añadía nada más, no decía qué más tenía que hacer el concejal para satisfacer al ministro. Sí dejó claro que el perdón no bastaba, no era suficiente. O no le concedía valor el ministro al hecho de que un atolondrado muestre su arrepentimiento por haber dicho una majadería que puede molestar a otras personas.
Sin embargo, el Partido Popular, en el que milita el ministro, se ha quedado ronco durante años exigiendo a los asesinos de ETA que tienen que dar muestras de arrepentimiento por haber matado a personas si quieren ser reconocidas sus reivindicaciones. Es decir, al gobierno, da igual si es el actual o algún otro anterior, le bastaba con que los asesinos etarras pidiesen perdón dando más valor a este arrepentimiento que a otros. En este caso, pedir perdón tenía un valor.
Resulta por tanto que el significado del arrepentimiento tiene connotaciones diferentes. Así, mientras en el caso del concejal Zapata, resulta creíble, dando por seguro que ese hombre está arrepentido de lo que expresó hace cuatro años, quien puede creer a un etarra que habiendo matado por una causa que él consideraba válida, vaya a resultar que tiempo después lamentando lo que hizo, acabe invalidando su causa con un simple perdón a las víctimas. Eso, no se lo cree nadie, sin embargo al gobierno le sirve, le basta con ello. El gobierno, así, acaba equiparando ambas faltas, unos chistes dichos en ambiente de "graciosillos" y el asesinato vil y cobarde. El perdón del concejal no basta, es insuficiente, mientras que al etarra le basta con pedir perdón para ver mejoradas sus condiciones carcelarias.
Lo que resulta evidente es que para el gobierno el hecho de pedir perdón queda banalizado al reducirlo a una mera fórmula simbólica sin valor alguno. En el caso del concejal Zapata, porque no es suficiente para lavar su culpa, siendo tal vez ese motivo de insuficiencia, que no se haya exigido lo mismo al diputado Hernando por burlarse de los muertos del franquismo. Tal vez lo banal no esté en el arrepentimiento sino en el tipo de falta. Para el gobierno es más grave hacer un chiste sobre judíos que burlarse de la gente que busca a sus parientes asesinados por Franco, esto último son cosillas que se dicen en un momento de acaloramiento añadiendo que quienes las realizan lo hacen porque se está dando dinero. Y también para el gobierno, tiene más valor la palabra de un etarra asesino cuando pide perdón, que si es un concejal elegido democráticamente quien lo hace. Demasiadas contradicciones.