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lunes, 25 de julio de 2011

Amor sin barreras

Los de mi generación, recordarán una película de los 60 que se titulaba "West side story" y a continuación, le venía añadida la coletilla "amor sin barreras". Muy de más en mi opinión la citada coletilla, porque si hay amor de verdad, no puede haber barreras y si las hay, no hay amor. Así lo veo yo y así lo vi en aquella ocasión cuando, al salir del trabajo a las tres de la tarde de un viernes nos dijimos el uno al otro "y si nos vamos a la Costa Azul", así de fin de semana? No miramos nada más, ni si el coche que teníamos respondería a un viaje tan largo ni si volveríamos a tiempo de estar el lunes de nuevo en el trabajo. Cogimos la N-II rumbo a La Junquera, cruzamos la frontera, en una época que la había y además, había que mostrar el pasaporte en la aduana, y seguimos hasta Montpelier donde, ya cansados después de casi diez horas de carretera, nos detuvimos e hicimos noche en uno de esos hotelitos franceses tan acogedores. A la mañana siguiente, los croisanes del bar de al lado, junto al rico café "au lait", nos reconfortaron y nos insuflaron nuevos ánimos para continuar. Y seguimos, toda la riviera francesa, pasando por Montecarlo, donde el casino y nos detuvimos para echar unos francos en una de sus máquinas y hacernos una foto junto a un deportivo que había a la puerta del casino. Nada más. Pero nuestro enganche en la aventura continuaba, y así, nuestro viaje también siguió hasta Saint Tropez: qué pasada era ese precioso pueblecito de la costa francesa en los años setenta. Otro mundo, nada que ver con el gris moarengo de nuestra querida España. Colorido, gente guapísima, biquinis increibles incluso para hombres, ambiente cosmopolita con "glamour", nada de horterismo carpetobetónico o al menos así nos parecía a nosotros que salíamos cargados de ganas de ver mundo y lo nuestro, nos parecía de lo más vetusto, rancio, sin color excepto, ya digo, el gris y el marrón, colores muy españoles en aquellos años.