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lunes, 19 de enero de 2015

Sentido del humor y libertad de expresión en Charlie Hebdo

Desde que ocurrió la barbarie de Paris contra Charlie Hebdo, ya con las cabezas más frías,  se han ido sucediendo las opiniones contrarias a considerar la libertad de expresión un valor de nuestra democracia que tiene que ser respetado por todos, incluso por aquellos que no lo tienen entre sus valores culturales.
Luego está lo del sentido del humor, qué cosas nos hacen gracia y que otras no. El  humor, no lo olvidemos, es desde Cervantes, una seña de identidad nuestra, de Occidente.
La libertad de expresión, incluso entre nosotros, tiene sus limitaciones. No podemos hacer apología del nazismo o gastar bromas sobre el Holocausto judío, sin recibir duras críticas, incluso cayendo en el delito, siendo acusados de antisemitismo en caso de hacerlo. Por tanto, satirizar con caricaturas  los iconos de una cultura que, además de tener una religión aicónica, es decir, sin imágenes, tiene sus seguidores y por la que estos manifiestan unos sentimientos, no puede tomarse como algo gracioso sólo por defender esa libertad de expresión que, a nosotros, también nos limita y nos frena a la hora de hacer bromas sobre judíos, como también nos frenamos aquí empleando para ello la autocensura más abyecta, cuando hay que reprochar algo al rey anterior, habiendo tenido que esperar a que dejase de serlo para conocer la ampliación  de nuevos vástagos.

En cuanto al humor, estamos convencidos de lo bueno que es reír, incluso empezando por reirnos de nosotros mismos en primer lugar. Pero la burla o broma pesada, incluso a nosotros los occidentales, también nos puede llegar a molestar y hacer daño, sobre todo si atenta contra nuestros sentimientos más arraigados. Ademas, está el insistente error que se comete cuando se trata de exportar a todo el mundo nuestra cultura, nuestros valores democráticos. Fuera de los adelantos tecnológicos y la Coca Cola, los musulmanes no están dispuestos a ser colonizados también por nuestros derechos humanos y nuestra libertad de expresión. Es entonces, cuando nos estamos saliendo del marco, del contexto que se dice ahora. Cada pueblo tiene que seguir su propio camino, y deberá modernizarse, si quiere hacerlo, cuando lo necesite o surjan líderes que lo propugnen, como hizo la cultura occidental que no siempre fue como ahora. Los luteros, calvinos, ilustrados y revolución francesa, son europeos y sabemos, cual es el marco en el mundo donde han sido aceptados y, desde luego, el Islam no está incluido en ese marco, pues ellos siguen sin resolver aun el litigio que existe desde Mahoma entre chiies y sunnies, y lo que les queda.

Ignorando si el Islam tiene sentido del humor, lo que ha quedado en evidencia es que no es compatible con el nuestro y que lo que sí tienen son unos sentimientos que se deben respetar. El tipo de bromas y burlas que ellos utilicen, todavía no les ha llevado a mofarse de la virgen María, de Jesucristo o del Papa, al menos que yo sepa. Si lo hiciesen estaríamos ante un caso de relación simétrica entre ellos y nosotros. También ha quedado en evidencia con los hechos de París, que a los musulmanes les sienta como una patada que se burlen de sus cosas y es ahí, donde no se debe insistir. Dejemos a cada cual con lo suyo, pongámonos en el lugar del otro cuando tomamos a broma sus creencias y midamos las consecuencias de nuestras expresiones que nunca deben sobrepasar ese marco en el que son proferidas. Tal vez no hubiera ocurrido esa barbaridad, si los franceses de origen africano y religión musulmana, que llevan en Francia desde hace dos y tres generaciones, hubieran tenido un grado de integración más elevado en la sociedad gala, uno de los fallos de la República, por lo que no estaríamos hablando de ello. Y que no se acuda a la demagogia de decir que para que no nos maten, no hay que burlarse de ellos ni de su medievalismo retrógrado, porque a lo peor lo hacen. Veremos.

jueves, 15 de enero de 2015

Hotel María de Molina, en los cerros de Ubeda

Mi mujer y yo, acabamos de pasar la Noche de fin de año en ese hotel. Habíamos concertado desde Madrid por teléfono, la habitación para ese día y la cena de Noche Vieja. Llegamos al hotel alrededor de las 21 horas, con el tiempo justo para asearnos y cenar. Nos dijeron que no podíamos cenar porque el comedor estaba completo y nosotros no habíamos reservado mesa para esa noche. Ante la desagradable sorpresa, nos dijeron que  no habíamos precisado lo de la cena, sólo la habitación y garaje para el coche. Dijeron que sólo habíamos preguntado si disponían de comedor para esa noche, pero sin dejarlo aclarado. Ante el mal entendido, imposible de llevarlo a una solución, tuvieron la desfachatez de dejarnos salir a la calle, a la aventura de encontrar un lugar donde cenar. A las 10 de la noche, en Nochevieja!!!

No habían sido capaces de solucionar ese problema, de encontrar un hueco y una mesa para nosotros. Después de nuestra infructuosa aventura por las calles de Ubeda en busca de un bar al menos, regresamos al hotel y contamos lo ocurrido. Fue en ese momento y no antes, cuando la luz iluminó la cerrazón de la Dirección: nos subirían una cena a la habitación. Una cena aceptable pero servida en condiciones de tasca de extraradio: servilletas de papel, sin mantel para la mesa, sin copas para el vino, por lo que utilizamos los vasos del baño, etc. Un desastre. A la mañana siguiente, al ir a pagar, por supuesto que habían incluido en la factura hasta las servilletas de papel. Tratamos de convencerles de que por lo que acabo de relatar, bien nos mereceríamos un detalle, qué menos que ser obsequiados con la cena por las molestias recibidas. Qué disparate, nos dijeron, con el precio que tienen las paletillas de cabrito, cómo nos iban a regalar la cena? Al final, tras dura pugna y enfado del responsable del hotel, nos redujeron el precio de la cena a la mitad permitiendo que tuviéramos  casi que mendigarles la cena y sin reconocer ellos lo mal que nos habían tratado.
Por todo lo cual, no recomiendo a nadie este hotel de nombre regio y con la foto de Antonio Muñoz Molina, el escritor nacido allí, colocada en lugar visible del hall del hotel. Una pena, tratándose de un bello edificio renacentista del que, lo único que deseábamos era desaparecer.
Sin embargo, la mañana del primer día del año, la disfrutamos saboreando los exquisitos churros de Úbeda con café en una de sus churrerías. Pero del hotel, como dicen los franceses plus jamais!
Marcel Prof