Nada de eso. El profesor Wert, que dio una clase a sus estudiantes al aire libre, había despertado la atención de los medios de comunicación, tal vez en la creencia de que iba a protestar contra la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, LOMCE, que propugnaba su hermano, ministro de educación. El profesor habló de propuestas, no de protestas. Habló a sus alumnos de "educación y ciudadanía", con la intención, creo yo, de utilizar la educación para formar buenos ciudadanos. De esto trataba la asignatura Educación para la ciudadanía, tan denostada por la Iglesia católica y por los conservadores, por considerarla ideologizada, que el ministro y su gobierno han suprimido del currículo escolar, alegando que con la reforma de la ley, el contenido de aquella, se impartiría de manera transversal, lo que quiere decir que desde cualquier materia de la etapa educativa, se hablará de educación y ciudadanía. Vaya, que se pueden inculcar principios cívicos desde las matemáticas, la geografía o la química, por citar algunas, y lograr buenos ciudadanos. Cualquiera de ellas vale para la transversalidad.
El profesor, que yo sepa, no habló del lugar que el gobierno va a conceder a otra ideología, la religiosa.
Vamos, canje de ideologías, si no me equivoco. Habló, eso sí, de la vida política, no de la política partidista, en la que se aprecia siempre la dificultad de coincidencia de miras que hay entre la política y la moral, como ya destacara Montesquieu. El profesor habló de la política que surge en un ámbito ciudadano de convivencia, por ello buscó ese escenario con sus estudiantes en la calle, convertida en ágora de reunión y convivencia para hablar. Sin embargo, la convivencia de los hombres es imposible sin una ordenación política y sin unas normas éticas interiorizadas por los miembros de esa comunidad política. Esa "comunidad pacífica de ciudadanos y armónicamente avenida" es el ámbito en el que surge la política, recalcaba el profesor Wert.
Qué diferente acepción de la política, el de una comunidad armónica, del que maneja la ciudadanía, que se refiere a ella de manera desdeñosa y desconfiada, ya que sólo la asocia a lo que hacen los políticos y cuando estos lo hacen mal, la culpa se la endosan a la política, que todo lo encrespa. Recuerdo que en tiempos de la dictadura de Franco, cuando discutíamos en una asamblea de los asuntos propios, siempre surgía alguien que decía que "esto se está politizando". Peligro, peligro! Había que hablar de fútbol, cauce permitido para suavizar pasiones.
Sin embargo, los políticos cumplen una función de indudable importancia en una democracia, necesaria para el gobierno y la dirección de los asuntos públicos, si bien es cierto que, como suele ser habitual en aquellos, suelen tender al abuso de poder y a la justificación engañosa. Por ello, el profesor hace bien en insistir a los asistentes a la clase, que no confundan la política con el "sectarismo que es lo que hacen los partidos y sus políticos", y aboga al mismo tiempo por "recuperar el concepto de política".
Tampoco el profesor Wert en su sana intención de no buscar enfrentamientos familiares, habló nada del lugar privilegiado que va a ocupar la religión no sólo en el currículo sino como legitimadora de la moral, lo que siempre ha querido la Iglesia católica. Y eso si que sería ideologizar. Habría que recordar, incluso al ministro que fue en el siglo XVIII, con cierta razón llamado "el siglo de la moral", cuando el pensamiento ilustrado abandonó la legitimación de la moral en la religión y buscó otros fundamentos éticos que la fortaleciesen con mayor eficacia que los propiamente religiosos puesto que la moral, debe tener su propia lógica con independencia de la religión, así como la política posee también su propia inmanencia. En suma, una laicización de la vida política y de la moral de los hombres.
On verra, que dicen los franceses.