Que yo recuerde, en estos diez años transcurridos desde la atrocidad de las torres de Nueva York, nadie se ha ocupado de profundizar en el conocimiento de las razones que impulsaron a esos individuos a realizar aquello. Desde el principio, se apeló a explicaciones banales tal como que los musulmanes llevan sufriendo mucho tiempo de Occidente, que si los americanos se merecían un escarmiento por su pertinaz imperialismo, que si el dolor de los palestinos justificaba una acción así, y no sé cuantas más tonterías. Luego, los americanos encuentran a un Bin Laden que, desde ese momento, es el nuevo enemigo a batir. Y para ello, invaden Afganistán, Iraq y lo que hiciese falta, todo por dar salida a su deseo de venganza, muy loable, yo lo comparto, pero sin esas guerras. Ellos disponen de excelentes servicios de inteligencia, como la CIA o el FBI, de comandos preparados como los del cine, para llevar a cabo operaciones de secuestro de tipos de estos sin necesidad de invadir paises. Y luego, se inventan lo de las armas de destrucción masiva de Hussein y el primo de Aznar, se lo creyó como hombre de fe que sin duda es. Al final, resulta que al Bin Laden ese, lo matan justo unos meses antes del 10º aniversario de lo de las torres. Antes no se pudo, que duda cabe. Menudo "thriller" masivo con el que nos engordaron durante estos años.
Cuando nos tocó a nosotros la desgracia en los trenes de Atocha, más de lo mismo. Se trataba, decía la progresía española de izquierdas, de una respuesta a la decisión de Aznar por intervenir en Iraq de la mano de Bush y Blair, es decir, nos lo merecíamos. Nos merecíamos que unos islamistas integrados en nuestra sociedad, con ocupaciones diversas, un buen día se cabreasen de tal modo que decidiesen seguir las consignas marcadas por sus líderes y decidiesen volar nuestros trenes con dinamita, cuando iban llenos de gente inocente camino del trabajo. Claro, es que habíamos invadido Iraq y eso no lo veían los demás musulmanes con buenos ojos. A eso se le llama solidaridad islámica, espíritu comunitario, algo contradictorio en una cultura que, si por algo se ha caracterizado desde los tiempos de Mahoma, ha sido por sus divisiones y luchas a muerte entre sunnies, chiitas y otros. Es decir, por tratarles tan mal, aquí, donde viven cientos de miles de musulmanes de Marruecos y de otros lugares. Aquí, que se recibe desde hace años las pateras que nos manda el rey de Marruecos, no recuerdo ahora su nombre ni falta que me hace, porque en su pais no hay quien viva dignamente, o al menos esa dignidad no les llega a todos. Bien, pues se sintieron dolidos entonces. Y esto es lo que merecería la pena conocer, cómo se puede actuar de tal modo cuando parecía que todo iba bien.
Ninguna gana han de tener los musulmanes en España, de agradecer a este pueblo la acogida que les da, aunque a veces tengan que sufrir los brotes de racismo como el famoso de El Ejido, hace también unos diez años. Pero no por eso han dejado de venir en busca de lo que sea, a lo que encuentren, todo menos arena del desierto. Claro es que no se puede culpar a todos, eso es obvio. Por eso mismo es por lo que la integración de esta gente se hace cada vez más necesaria, respetando su cultura pero exigiéndoles el respeto a la nuestra y nuestras leyes.
Y es en esto donde se debería de haber puesto el empeño, para que nunca más vuelva a suceder algo así, en conocer al musulmán, al moro si quieren, a conocer de lo que es capaz alguien con una religión como la que tienen, que habla de castigar a las mujeres si no son fieles en sus deberes, y eso dicho desde las mezquitas. Nada de eso se ha hecho, por el contrario surgió la pamplina de la "alianza de civilizaciones", como diciendo que, desde ahora tenemos que ser amigos de vosotros. Y qué decir de la derecha española y ese director de periódico que usa tirantes, empeñados en desviar la atención buscando en ETA la autoría de lo de Atocha. Emperrados en el explosivo "betadine", la furgoneta Cangoo, etc. Una gran humareda intoxicadora, con la única finalidad de desprestigiar al nuevo gobierno y con las insinuaciones de su posible participación en los atentados. Seguro que volverán a la carga con motivo de este aniversario.
Se debe ya de una vez, hacer políticas de integración verdadera, para ello contando con la implicación de los gobiernos de esos ciudadanos musulmanes, del rey de Marruecos, por ejemplo, para que deje de mirar para otro lado ya de una vez. Y desde los gobiernos de España, más firmeza con nuestros "querido vecino y primo" de Marruecos. También sería importante conocer algo tan banal como las vías de acceso al "yihhadismo", esa corriente violenta del "esfuerzo" (es lo que significa la palabra yihhad) cual es la ruta que sigue un ciudadano de estricta religiosidad y apariencia amigable para convertirse en un monstruo capaz de matar a quien le da de comer.
Lo ocurrido en el norte de Africa desde enero, con las caidas de Mubarak, Ben Ali, ahora el Gadafi y esperemos que pronto ya, el Asaz de Siria, muestran unos deseos de libertad que el mundo islámico no conoce desde los tiempos de Abderraman III de Córdoba, y no deja de abrigar alguna esperanza de cambio en las mentalidades. Y después, si cabe, que el Islam invente su propio Lutero y que reforme su Biblia, que a lo mejor se ha quedado obsoleta. Tampoco vendría nada mal, que en las escuelas españolas se profundizase más en el conocimiento del período islámico español, sobre todo hasta el fin del Califato de Códoba con Abd el Ramhan, dando a conocer su esplendor cultural como algo propio de nuestra historia, para compararlo con el posterior declive y la facilidad con la que el mundo islámico cayó en las manos de todos tipo de invasores, desde los turcos otomanos a franceses e ingleses. Esa descomposición sufrida por el Islam, necesitaría de mucha autocrítica por parte de ellos en lugar de culpar siempre a los demás de sus propias desgracias.